NUESTRO MINUTO DE SABIDURIA – XXI

No existen personas realmente malas. O son enfermos, o simplemente ignoran la ley suprema de que recibimos aquello que damos. El enfermo requiere curación. El que hace el mal necesita la Luz. Pero no podemos, de ninguna manera, obrar con odio y maldad. Esfuérzate por dar a los demás la enseñanza de tu ejemplo, para que entienda que la maldad es una situación transitoria.
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¡No seas impaciente! No tengas prisa de llegar inmediatamente. Permite al tiempo madurar los frutos, para poder cosecharlos a tiempo. Camina seguro y perseverante, porque todo se nos dará a la hora oportuna y exacta. Los frutos que maduran a la fuerza no tienen la sabrosura de los que maduran naturalmente. Aprende a esperar con paciencia, sin desanimarte.

Fuente:Minuto de Sabiduría de C. Torres Pastorino (234 y 235)

Sacerdote Misionero Asesinado en India

La sangre de los mártires es la semilla de los cristianos. Tertuliano siglo III

Joven sacerdote brutalmente asesinado en India
ROMA, 18 Ago. 08 / 10:37 am (ACI).- La noche del 16 de agosto el P. Thomas Pandipally, carmelita de María Inmaculada de 38 años de edad, fue brutalmente asesinado en la localidad de Andhra Pradesh, en la India; cuando volvía a su casa después de celebrar la Misa. El cuerpo del sacerdote fue encontrado ayer. Así lo informó a la agencia UCANews, el Provincial P. Alex Thannippara, quien explicó además que el cuerpo del sacerdote tenía 18 puñaladas, lo que haría pensar que el presbítero se defendió de sus atacantes. Aún no se conoce la identidad de los asesinos, pero de acuerdo a lo indicado por el P. Thannippara, el homicidio habría sido planeado ya que antes de salir del convento en el que celebró la Eucaristía el P. Pandipally, las hermanas encargadas del mismo recibieron una llamada anónima de alguien que quería saber si el sacerdote volvía a su residencia después de la Misa. De otro lado, el Arzobispo de Hyderabad, Mons. Marampudi Joji, expresó que la Iglesia en Andhra Pradesh está conmocionada por el asesinato. Tras alentar a los católicos a no perder la esperanza, el Prelado resaltó que «el brutal homicidio» no hará que la Arquidiócesis que dirige cierre la parroquia que estaba a cargo del P. Pandippaly, porque «tales incidentes no pueden asustar a la Iglesia». Mons. Joji dijo además que se reunirá con las autoridades para exigir justicia.

Rogamos por su alma con una oración al cofundador y primer prior general de esta congregación, el Beato Ciriaco Elías Chavala.

ORACION

Señor Dios nuestro, que suscitaste al Beato Ciriaco Elías, presbítero, para consolidar la unidad de la Iglesia, concédenos, por su intercesión, que, iluminados por el Espíritu Santo, podemos reconocer con discernimiento los signos de los tiempos y difundir de palabra y de obra el mensaje evangélico entre los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Noticias Relacionadas:

http://www.aciprensa.com/noticia.php?n=11987

http://blogs.periodistadigital.com/religiondigital.php/2008/08/18/joven-sacerdote-brutalmente-asesinado-en

NOVENA A LA VIRGEN DE LA CARIDAD DEL COBRE

NOVENA A LA VIRGEN DE LA CARIDAD

Acto de Contrición:

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mi ante Dios, nuestro Señor.

Oración para todos los días:

Acordaos, oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que haya acudido a Vos, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, oh Virgen, Madre de la vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vuestra Santísima presencia soberana. No desechéis oh purísima Madre de Dios mis humildes súplicas, antes bien, escuchadlas favorablemente. Así sea.

Día Primero (30 de agosto):

¡Dios te salve! ¡Cuánto se alegra mi alma, amantísima Virgen, con los dulces recuerdos que en mí despierta esta salutación! Llénase de júbilo mi corazón al pronunciar el Ave María, para acompañar el gozo que llenó tu espíritu al escucharla de boca del Ángel, congratulándose así de la elección que de ti hizo el Omnipotente para darnos al Señor.

Pídase el favor que se desea conseguir.

Oración Final para recitar todos los días: Oh, Señora mía, Oh Madre mía, yo me entrego del todo a ti; Y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy tuyo, Oh Madre de piedad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.

Día segundo: (31 de agosto)

¡María, nombre santo! Dígnate, amabilísima Madre, sellar con tu nombre el memorial de nuestras súplicas, dándonos el consuelo de que tu Hijo, Jesús, las atienda benignamente para alcanzar pleno convencimiento en la práctica de nuestros deberes religiosos, sólida confirmación en las virtudes cristianas y continuas ansias de nuestra eterna salvación.

Día tercero: (1 de septiembre)

Llena de Gracia, ¡Oh dulce Madre! Dios te salve, María, sagrario riquísimo en que descansó corporalmente la plenitud de la Divinidad: a tus pies nos presentamos hoy para que la gracia de Dios se difunda abundantemente en nuestras pobres almas, las purifique, las engrandezca y cada día aumente más en ellos el verdadero amor a Dios y a nuestros hermanos.

Día cuarto: (2 de septiembre)

El Señor es contigo: ¡Oh Santísima Virgen! Aquel inmenso Señor, que por su esencia está en todas las cosas, está en ti y contigo de un modo muy superior. Madre mía, venga por ti a nosotros. Pero ¿cómo ha de venir a un corazón lleno de tanta suciedad. Aquel Señor que para hacerte habitación suya quiso, con tal prodigio, que no perdieses, siendo madre, tu virginidad? ¡Oh muera en nosotros toda impureza!

Día quinto: (3 de septiembre)

Bendita tú eres entre todas las mujeres. Tú eres, oh Santísima Virgen María, la gloria de Jerusalén, tú eres la alegría de Israel, tú eres el honor de nuestro pueblo. Si por una mujer, Eva, tantas lágrimas se derramó en el mundo, por ti nos llegó la redención. Por esto, tú serás siempre bendita. Alcánzanos una fe viva y operante para considerar e imitar las grandes obras que en ti y por ti obró Dios.

Día sexto: (4 de septiembre)

Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Deploramos grandemente, purísima Virgen y amantísima Madre, que hayamos cometido tantos pecados, sabiendo que ellos hicieron morir en tu cruz a tu Hijo. Sea el fruto de nuestra oración, que no cesamos de llorarlos hasta poder bendecir eternamente a Jesús, fruto bendito de tu vientre virginal.

Día séptimo: (5 de septiembre)

Santa María, Madre de Dios. Tu mayor título de grandeza, tu mayor dignidad, oh María es haber sido elegida para Madre de Jesucristo, Hijo de Dios. De esta elección divina proceden todas tus gracias y prerrogativas. No olvides nunca que también fuiste designada por tu Divino Hijo, al pie de la cruz, como Madre espiritual nuestra. Que nunca nos falten fuerzas para mostrarnos como dignos hijos tuyos.

Día octavo: (6 de septiembre)

Ruega por nosotros, pecadores. En ti Virgen María, como en alcázar nos refugiamos. Aunque el vértigo de la vida y los enemigos del alma nos hayan despojado o puedan despojarnos de las preciosas vestiduras de la gracia, alejándonos de ti y de tu amado Hijo, nunca nos cierres las puertas de Sagrado Corazón.

Día noveno: (7 de septiembre)

Ahora y en la hora de nuestra muerte . Siempre estamos expuestos a perder la gracia de Dios y condenarnos. Haced, Santísima Virgen María, que por vuestra intercesión nunca perdamos el favor de Dios; que en esta difícil lucha por la vida encontremos en ti la protección maternal que tanto necesitamos y una Abogada en la hora de nuestra muerte.

 

ORACIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II
AL CORONAR LA VIRGEN
NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD DEL COBRE
El 24 de enero, de 1998

¡Virgen de la Caridad del Cobre.
Patrona de Cuba!
¡Dios te salve, María, llena de gracia!
Tú eres la Hija amada del Padre,
la Madre de Cristo. nuestro Dios,
el Templo vivo del Espíritu Santo.
Llevas en tu nombre, Virgen de la Caridad,
la memoria del Dios que es Amor
el recuerdo del mandamiento nuevo de Jesús,
la evocación del Espíritu Santo:
amor derramado en nuestros corazones,
fuego de caridad enviado en Pentecostés
sobre la Iglesia,
don de la plena libertad de los hijos de Dios.

¡Bendita tú entre las mujeres
y bendito el fruto de tu vientre, Jesús!
Has venido a visitar nuestro pueblo
y has querido quedarte con nosotros
como Madre Y Señora de Cuba,
a lo Largo de su peregrinar
por los caminos de la historia.
Tu nombre y tu imagen están esculpidos
en la mente Y en el corazón de todos los cubanos,
dentro fuera de la Patria,
como signo de esperanza y centro de comunión fraterna.
¡Santa María. Madre de Dios Y Madre nuestra!
Ruega por nosotros ante tu Hijo Jesucristo,
intercede por nosotros con tu corazón maternal,
inundado de la caridad del Espíritu.
Acrecienta nuestra fe, aviva la esperanza,
aumenta Y fortalece en nosotros el amor
Ampara nuestras familias,
protege a los jóvenes y a los niños,
consuela a los que sufren.
Sé Madre de los fieles y de los pastores de la Iglesia,
modelo y estrella de la nueva evangelización.
¡Madre de la reconciliación!
Reúne a tu pueblo disperso por el mundo.
Haz de la nación cubana un hogar de hermanos y hermanas
para que este pueblo abra de par en par
su mente, su corazón y su vida a Cristo,
único Salvador y Redentor, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.

Amén.


Oración a la Virgen de la Caridad
Santa María de la Caridad
que viniste como mensajera de paz,
flotando sobre el mar.

Tú eres la Madre de todos los cubanos.
A ti acudimos, Santa Madre de Dios,
para honrarte con nuestro amor de hijos.

En tu corazón de Madre ponemos
nuestras ansias y esperanzas,
nuestros afanes y nuestras súplicas;

Por la Patria desgarrada,
para que entre todos construyamos
la paz y la concordia.

Por las familias,
para que vivan la fidelidad y el amor.
Por los niños, para que crezcan sanos
corporalmente y espiritualmente.

Por los jóvenes para que afirmen su fe y
su responsabilidad en la vida y
en lo que da el sentido a la vida.

Por los enfermos y marginados,
por los que sufren en soledad,
por los que están lejos de la Patria,
y por todos los que sufren en su corazón.

Por la Iglesia Cubana
y su misión evangelizadora,
por los sacerdotes y diáconos,
religiosos y laicos.

Por la victoria de la justicia
y del amor en nuestro pueblo.

¡Madre de la Caridad,
bajo tu amparo nos acogemos!

¡Bendita tú entre todas las mujeres
y bendito Jesús, el fruto de tu vientre!
A Él la gloria y el poder,
por los siglos de los siglos.

AMEN.
(con licencia eclesiástica)
Oraciones finales:
Padre Nuestro, 3 Avemarías y Gloria al Padre

Caridad del Cobre. Fiesta

Amor vs Defensa de la vida


Este artículo lo vi en el blog Escuchar la voz del Señor
y me pareció oportuno publicarlo en este blog, con el fin de ayudar a su difusión.

Fui violada y quedé embarazada a los 16… pero aún así amo a mi bebé.

.- El periódico Daily Mail recogió el impactante testimonio de Elizabeth Cameron, una joven de 19 años que resultó embrazada tras una salvaje violación, pese a las presiones de su entorno decidió tener a su bebé y hoy asegura que nunca se arrepentirá de haber optado por la vida de su hija.

En diciembre de 2005, Elizabeth tenía 16 años de edad, era una chica estudiosa y tímida. Una noche después de clases mientras esperaba que su madre la recogiera de su centro estudios, tres encapuchados la metieron en una camioneta por la fuerza y la violaron. Nunca pudo reconocerlos.

Cuando supo que estaba embarazada, el sufrimiento aumentó. «Todo el mundo, salvo mi mamá, decía que debía tener un aborto. Mi papá incluso concertó una cita en la clínica, ahí trataron de convencerme de que era sólo una masa de células y que todo sería muy rápido», recuerda Elizabeth.

«En la escuela, mis amigos –la mayoría de los cuales no sabía de la violación– no podían entender por qué alguien de mi edad querría tener un bebé en vez de un aborto. Y los pocos a los que conté lo sucedido se horrorizaban más al saber que pretendía tener al bebé. Pero yo lo hice. Y no me arrepiento ni por un momento«, asegura la joven.

«Cada vez que miro a Phoebe, sé que tomé la decisión correcta. Nunca quise poner fin a la vida de mi bebé sólo por la forma en que fue concebida», indicó.

Según el reportaje del Daily Mail, Elizabeth alguna vez compartió la idea de que dar a luz al hijo de un violador es impensable, pero desde que vio a su bebé en el primer ultrasonido sintió mucha ternura.

«Me sorprende lo fácil que surgió el amor por mi hija mientras crecía dentro de mí, pero debo admitir que temía que mis sentimientos cambiaran cuando la viera por primera vez», recuerda la joven.

Elizabeth sostiene que durante el embarazo tuvo muchas pesadillas sobre el ataque y pensaba que al tener al bebé recordaría más la violación. «Pero ella no me recordó esa noche y al tenerla supe que estar con ella era más importante que lo que había ocurrido«, sostiene.

«No pude considerar entregarla en adopción. Mi madre fue abandonada de bebé en una estación de trenes de Londres y eso la afectó mucho. Crecí rechazando que alguien pudiera abandonar a un niño inocente», agregó.

La madre de Elizabeth apoya en todo a su hija. «La gente puede pensar que no es posible amar a un niño concebido de esa forma, pero créanme, la amo más justamente por eso«, sostiene la abuela.

Elizabeth agrega: «Nunca he culpado a Phoebe por lo ocurrido. Aunque lo ocurrido fue aterrador, saber que iba a ser madre me ayudó a concentrarme en otra cosa. Supuse que debía tratar de ver más allá de lo ocurrido, y ver la vida que se había creado«.

Phoebe tiene casi dos años y le costó mucho reconciliarse con su padre por intentar hacerla abortar. «Ahora él la ama y eso es lo importante. Sé que necesita una figura paterna en su vida», asegura Elizabeth.

Elizabeth se prepara para el momento en que su hija crezca y le pregunte por su padre: «Si debo hacerlo, le diré que ella fue lo bueno que surgió de algo malo. Y le diré que nunca me arrepentí de tenerla y que no estaría lejos de ella por nada del mundo».

Fuente: Aciprensa | otros testimonios

NUESTRO MINUTO DE SABIDURIA – XX


Sé indulgente con el prójimo que se equivoca.

Cuando nos equivocamos, queremos que los demás nos disculpen. Entonces, disculpa y procura enseñarle con el ejemplo.

 

No critiques, porque la crítica destruye.

Sé un ejemplo viviente y disculpa los errores de los otros, por que no hay personas malas: solo hay enfermos y desconocedores de esta ley: «recae sobre nosotros todo lo que hicimos a los demás, en bien o en mal«.

Fuente:Minuto de Sabiduría de C. Torres Pastorino (256)

¿Quién es Jesucristo? Y para ti quién es…?‏


No ha habido en la historia de la humanidad persona tan controvertida como Él.

La respuesta la da San Pedro cuando contesta: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo»

Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Ellas; otros, que Jeremías u otro de los profetas. Y El les dijo: Y vosotros: ¿Quién decís que soy yo? Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. (Mt. 16, 13-16)

No ha habido en la historia de la humanidad persona tan controvertida como Jesucristo.

Ya se ve claro en la respuesta que dan los discípulos a la pregunta del Maestro: Para unos es un personaje importante: Juan el Bautista, Elías, Jeremías u otro de los profetas. Nunca ha negado nadie -salvo algún fanático sectario- que Jesús ha sido un hombre importante en la historia humana. Alguien con una personalidad capaz de arrastrar tras sí a la gente, no sólo en su tiempo, sino siempre.

Lo que no todos son capaces de descubrir es la razón íntima por la que Jesús atrae. La respuesta la da San Pedro cuando contesta: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» Para ello hace falta -como Jesús le dice a Pedro- que lo revele el Padre eterno. Hace falta la fe, que es un don de Dios.

No se puede entender a Jesucristo si no se cree que ese hombre, que llamamos Jesús de Nazaret, encierra en sí mismo un misterio: La Segunda Persona divina, el Verbo, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre al asumir la naturaleza humana.

Ya sabemos que en la mentalidad del judaísmo de la época de Jesús se estaba esperando próximamente al Mesías. La mujer samaritana -que no era ninguna mujer culta- le dice a Jesús: sé que está para venir el Mesías. La profecía de Daniel y otras sobre el tiempo de la venida del Mesías coincidía aproximadamente con estos años.

En estas circunstancias aparece en Galilea Jesús de Nazaret. Juan el Bautista, que tenía un gran prestigio entre todos los judíos de su tiempo -hasta Herodes le escuchaba con gusto-, da testimonio a favor de Jesús. Le llama «el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Este es de quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre que es más que yo, porque existía antes que yo Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que ha de bautizar en el Espíritu Santo. Y yo he visto y atestiguo que él es el Hijo de Dios» (Jn. 1, 30-34)

Comienza Jesús a predicar y su predicación está llena de misericordia para con todos. Su doctrina es una doctrina de perdón y compasión. Enseña que Dios ama a todos los hombres y que incluso los pecadores pueden alcanzar el amor de Dios, si se convierten. El pueblo piensa y dice de él, que «nunca nadie ha hablado como este hombre» (Jn. 7, 46) porque hablaba con autoridad, no como los escribas y fariseos. Y es el mismo Jesús quien en la sinagoga de Nazaret, después de leer una profecía de Isaías referente a los tiempos del Mesías, dice: «Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír» (Lc. 4, 21) Su doctrina va acompañada de abundantes milagros, movido por la compasión que sentía: sanar enfermedades, resucitar muertos, multiplicar la comida, etcétera.

No es de extrañar, por tanto, que la gente sencilla y los de corazón abierto le tuvieran por el Mesías esperado. Efectivamente, ¿qué mejor rey se podía tener que uno para quien no habrá problema de carestía ni de hambres? ¿Qué mejor rey que quien puede curar a los enfermos y resucitar a los muertos? ¿Quién puede gobernar mejor a un país, que un hombre que da muestras de tal sabiduría? Por todo esto no es de extrañar que en una ocasión, después de haber dado de comer a cinco mil hombres con unos pocos panes y peces, quieran proclamarle rey.

Indudablemente, a Jesús le seguía la masa del pueblo, compuesta en su mayoría por gente sencilla y humilde: ¿Acaso algún magistrado o fariseo ha creído en Él? Pero esta gente que ignora la Ley, son unos malditos(Jn. 7, 48-49) Es verdad que también algunos personajes importantes le siguieron, y aunque al principio con miedo, luego no tuvieron reparo en confesarse amigos suyos a la hora de su muerte. Así fueron Nicodemo, José de Arimatea y otros.

Estas gentes sencillas, que frecuentemente eran despreciadas por los orgullosos fariseos, ven con buenos ojos la doctrina de Jesús. Unos le seguían, efectivamente, movidos por su doctrina aunque no la entendían plenamente, como pasó con sus discípulos. Otros le seguían porque les daba de comer; otros porque hacía milagros.

Posiblemente algunos también le seguían por gratitud, al haber sido curados.

Ciertamente su bondad, su trato exquisito para con los débiles del mundo y severo para con los que obraban injustamente, serían motivos para que las masas le siguiesen.

¿Quién es para ti Jesucristo? Hoy te hace la misma pregunta que a los apóstoles y lo único que quiere es oír tu respuesta de amor. Conoce el amor y la misericordia de Dios sobre ti, y no habrá nada más importante en tu vida.


Autor: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net

15. Con la Biblia en la mano. La lección de los de Berea

Pablo sabía aplicar la Biblia a cualquier circunstancia de la vida. Sabía el sentido exacto de lo que decía la palabra de Dios.

Habíamos dejado a los judíos de Berea formando una Iglesia preciosa junto con los paganos que se les juntaron, convencidos de la verdad que Pablo les predicaba, porque la veían comprobada por la Sagrada Escritura. En vez de atacar a Pablo como los judíos de Antioquía de Pisidia o de Tesalónica, los de Berea fueron más sensatos.

No había afirmación de Pablo que no fuera cotejada con las profecías del Antiguo Testamento, que ellos leían en la traducción griega de los Setenta. Y todo concordaba, todo estaba en perfecta armonía con lo que Dios ya había dicho acerca de Jesús, el Cristo que había de venir.

Es inolvidable, y nos edifica hondamente, lo que dicen al pie de la letra los Hechos de los Apóstoles:

“Al llegar Pablo y Silas a Berea fueron a la sinagoga de los judíos, y éstos aceptaron la palabra de Pablo con todo el corazón. Diariamente examinaban las Escrituras para ver si las cosas eran así” (Hch 17,10-11)

“Diariamente”, anota muy bien Lucas. Esto significa que no se trataba sólo de un momento aislado el que dedicaban aquellos judíos al estudio de las Escrituras, sino que era una ocupación constante, algo que les llenaba la jornada entera del sábado, y todos los atardeceres una vez acabadas las labores del día.

Pablo disfrutó como nunca.

En vez de la consabida persecución de los judíos, aquí “creyeron muchos de ellos”, y los judíos que dudaron o no se convencieron del todo, al menos dejaron en paz a los anunciadores de Jesús.

Nosotros, aprendida la bella lección que nos dan estos judíos tan sensatos y tan queridos – pues se hacen querer sin más apenas leída esa nota de los Hechos -, nosotros, digo, acudimos ahora a Pablo para que nos instruya en el manejo de la Sagrada Biblia conforme a sus enseñanzas y a sus ejemplos.

Pablo tomaba las Sagradas Escrituras como un arma poderosa para su apostolado. Convencido de esta eficacia, escribirá un día a su discípulo:

“Toda Escritura, al ser inspirada por Dios, es útil para enseñar, para argüir, para corregir y para instruir en la justicia” (2Tm 3,16)

Sus ejemplos, ante todo. Pablo dominaba la Biblia de tal manera que, podemos decir, se la sabía de memoria. De niño la empezó a leer en hebreo, aprendido a los pies del maestro en la escuela de la sinagoga de Tarso, y después en la escuela superior de Jerusalén bajo la dirección del gran Rabbí Gamaliel. Como judío heleno de la diáspora, usó siempre la Biblia en su traducción griega de los Setenta, y por sus citas vemos que se la sabía al dedillo.

Conocemos el método de aprendizaje en Jerusalén:

  • Los alumnos se sentaban en semicírculo sobre el suelo o encima de bancos bajitos en torno al maestro, sentado éste en sitio más alto y apoyado en una columna.
  • El maestro – Gamaliel en nuestro caso -, hacía leer un pasaje en hebreo que se traducía inmediatamente al arameo, la lengua que hablaba el pueblo.
  • El Rabbí exponía las diversas interpretaciones del pasaje escogido, y venía la discusión animada de los discípulos a base de preguntas y respuestas.

    Así hacía el maestro con los discípulos jóvenes, y así hacían también los graves maestros cuando discutían entre sí.
    Hacía pocos años que un niño de Nazaret, a sus doce años solamente, dejó asombrados a los doctores de la Ley cuando se sentó entre ellos…

    Ahora vemos a Pablo, el joven venido de Tarso, aprender lo que era la Halakhàh, como la llamaban en la escuela, es decir, el montón de historias, tradiciones y normas de la Ley.

    Venía después la Haggadàh, o sea, el sacar las consecuencias de los hechos anteriores, el aplicar todo a la vida. Aquí estaba el nudo de la cuestión en el aprendizaje de la Biblia.

    Al judío no le interesaba el hecho histórico, sino el mensaje que encerraba.
    El judío no miraba la historia, sino al Dios que se escondía en la historia, y también el modo de vivir que aquella historia le enseñaba.

    De este modo, la historia se convierte en vida. Es lo que aprendía el judío: conocer los hechos de Israel; pero, mucho más aún, saber vivir conforme a lo que Dios quería, tal como lo manifestaban aquellos hechos prodigiosos.

    Y esto es lo que hizo Pablo. La Biblia la dominaba de punta a punta. Sabía el sentido exacto de lo que decía la palabra de Dios, como lo demostró con los judíos de Berea, que se convencieron de la verdad y por eso se abrazaron la fe.

    Pablo sabía aplicar la Biblia a cualquier circunstancia de la vida. De tal modo lo hacía, que en sus cartas llega a citarla más de doscientas veces, literalmente o con alusiones claras a casi todos los libros del Antiguo Testamento.

    Lo único que no toleraba Pablo era la falsificación de la Biblia hecha por los herejes que empezaban a despuntar, y de los cuales decía: “Esos que adulteran la palabra de Dios”, y presentan de ese modo un Cristo adulterado también, un Cristo falsificado (2Co 4,2)

    Lo que enseñaba Pedro, igual que Pablo, es hoy tan actual como entonces: “Tengan presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia” (2P 1,20)

    Al contrario, Pablo admira a su querido Timoteo, al que le felicita, porque desde pequeñito le habían instruido en la Biblia su madre Eunice y su abuela Loida, fervientes judías:

    “Desde niño conoces las sagradas Escrituras que te darán la sabiduría que lleva a la salvación por la fe en Cristo Jesús” (2Tm 3,15)

    La enseñanza de los judíos de Berea no la olvidaremos fácilmente:

    ¡Biblia en mano!

    La Biblia para aprender.
    La Biblia para nutrir nuestro espíritu.
    La Biblia para meditar.
    La Biblia para orar…
    Para nosotros – ¡cuántas veces repetimos esto!- la Biblia, junto con la Eucaristía, es el alimento de nuestras almas.
    ¡Y qué alimento tan sabroso, tan sustancioso, éste de las Sagradas Escrituras con el cual nos alimentamos!…

  • Preguntas o comentarios al autor

    Autor: Pedro García Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net

    14. Tesalónica y Berea. El Evangelio por Macedonia

    Ante cada afirmación que Pablo lanzaba, ellos se ponían a examinarla y comprobarla con las Escrituras.
    Recordaremos siempre con cariño la fundación de la Iglesia de Filipos, y nos encontramos hoy en Tesalónica, adonde ha llegado Pablo después de un recorrido de casi 150 kilómetros hacia el Oeste. Aquí va a nacer otra Iglesia magnífica, que le causará a Pablo grandes alegrías (Hch 17,1-9)

    Tesalónica era la capital de la provincia romana de Macedonia; en ella residía el Gobernador y contaba con una gran colonia de judíos.

    De momento, Pablo desconoce todo.

    Según su costumbre, se pone a trabajar con sus propias manos para no ser gravoso a nadie; pero sus medios de vida eran tan escasos que los cariñosos filipenses, al saberlo, se dieron prisa en socorrerle, como después les recordará Pablo con emoción: “Estando yo en Tesalónica me enviaron recursos con que atender a mi necesidad” (Flp 4,16)

    Pero los apuros económicos no le detienen a Pablo. Ya el primer sábado, y en los siguientes, no se aguantaba:

    – ¡A la sinagoga cuanto antes!…

    Y en ella, ante numeroso público, empieza la exposición del Evangelio con el método ensayado en Antioquía de Pisidia y que recordamos bien:

    Jesús es el Hijo de la promesa a Abraham. Es el descendiente de David. Es el anunciado por todos los profetas. Es el que señaló Juan al bautizarlo en el Jordán. ¡Miren todo esto en las Escrituras!…

    Iba todo bien, y los judíos aceptaban de buen grado la exposición de Pablo. Hasta que vino la discusión, de la cual nos dan la pista los Hechos. Todo estuvo en estas palabras:

    “¡Cristo Jesús tenía que padecer!”.

    Por aquí ya no pasaron los judíos, que razonaban y gritaban:

    – El salmo 109 es bien claro, cuando dice Dios a su Cristo: “Siéntate a mi derecha y haré de tus enemigos estrado de tus pies”. ¿Y ahora nos viene este Pablo con que su Cristo murió en una cruz, después de horrorosa pasión, aunque afirme que al fin resucitó y que un día volverá? ¡Nosotros no aceptamos a semejante Cristo!

    No obstante, un pequeño grupo de judíos acogió el mensaje y creyó.

    Pero sobre todo creyeron muchos griegos temerosos de Dios, es decir, los que adoraban con los judíos a Yahvé, y también iban creyendo muchos paganos, hasta formar una comunidad cristiana muy numerosa.

    Y es aquí, al cabo de algunos meses, cuando estalló la guerra. Al ver los judíos -«recomidos de la envidia”, dicen los Hechos-, cómo crecía en Tesalónica la Iglesia, determinaron acabar con los apóstoles y echar por tierra toda su obra.

    Para conseguirlo, organizaron y levantaron el motín. Comprados con dinero algunos maleantes de la ciudad, se presentan furiosos ante la casa de Jasón.

    -¡Entréganos a ese Pablo a quien escondes aquí!…

    -¿Pablo? En mi casa no está.

    -¡O lo sacas o tendrás que venir tú, traidor!…

    El judío Jasón, a estas horas ya cristiano, fue arrastrado junto con algunos otros hermanos y conducidos a los magistrados de la ciudad, gritando los maleantes:

    “Esos que ha revolucionado el mundo se han presentado también aquí, y este Jasón los ha hospedado en su casa. Todos ellos actúan contra el César, pues afirman que hay otro rey, ese tal llamado Jesús”.

    Ante semejante acusación se amotinaron la turba y los mismos magistrados. Pero Jasón, sereno, se dirige a la autoridad:

    – Yo salgo responsable de lo que pasa. Mienten con semejante acusación, la misma que los judíos de Jerusalén presentaron ante Pilato. Jesús no es ningún rey de este mundo ni actuó contra el Emperador. Como tampoco lo hacemos nosotros.

    Los magistrados entendieron: ¡Cuestiones de la religión judía!… Y actuaron con prudencia, sabedores de lo que pasó en Filipos.

    – Jasón, váyase tranquilo a su casa…

    Así lo hizo Jasón, pero los hermanos tomaron la precaución de sacar a Pablo y a Silas de la ciudad y encaminarlos hacia Berea.

    La Iglesia de Tesalónica, aunque creciendo siempre en número y santidad, se verá continuamente acosada por la envidia judía. A Pablo le esperaban muchas alegrías a la vez que hondas preocupaciones con los tesalonicenses. Nos lo dirán un día sus preciosas cartas.

    ¿Y qué ocurrirá en Berea a los misioneros?
    Es encantador lo que van a vivir en esta pequeña ciudad a la que han llegado después de tres días de viaje.

    Pablo, como siempre, ante todo y sobre todo se dirige a la sinagoga. ¿Y con qué se encuentra en ella?

    Lo más inesperado: con unos judíos que son la estampa opuesta a todo lo que hasta aquí hemos visto.

    Los Hechos nos lo dicen con palabras inolvidables:

    “Estos judíos eran de un natural mucho mejor que los de Tesalónica” (Hch 7,10-15)

    Ya el primer día, los oyentes prestan una gran atención.

    -¡Interesante, Pablo, interesante todo lo que nos dices! Seguiremos escuchándote.

    “Aceptaban la palabra de todo corazón”, siguen diciendo los Hechos.

    Así un día y otro día.

    ¿Y cómo lo hacían? No lo olvidaremos nunca, por la lección bellísima que nos dan: Biblia en mano. Ante cada afirmación que Pablo lanzaba, ellos se ponían a examinarla y comprobarla con las Escrituras:

    -¡Pues tienes razón, Pablo! Así consta, y así es.

    Esto no lo podíamos imaginar. Pablo estaba en la gloria, pues Lucas dice literalmente:
    “Creyeron muchos de ellos, y, de entre los paganos griegos, muchas mujeres distinguidas y no pocos hombres”.

    ¡Qué Iglesia la que se presentaba aquí!
    Pero, ¿cómo acabó este idilio de Pablo en Berea? Mal, como no podía ser menos. Los judíos de Tesalónica mandan una legación, que alborota a toda la ciudad:

    -¿Y le hacen caso a ese Pablo tan embustero, que predica un Cristo tan raro, que no es en modo alguno el que espera Israel? ¡No le crean! ¡Échenlo fuera!

    La guerra iba tan en serio que los hermanos, llenos de pesar, hubieron de tomar a Pablo por la noche y encaminarlo bien lejos hacia el sur, hasta que llegase a Atenas.

    Pero Pablo dejaba en Berea a Silas y Timoteo:

    Queridos, guarden bien esta Iglesia. Aquí tiene el Señor muchos elegidos.

    Los de Berea nos han dado una lección tan bella, que volveremos inmediatamente a ellos.


    Autor: Pedro García Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net

    Dios está donde le dejan entrar

    Todo cambia cuando le dejamos entrar, cuando Él pasa a ser parte de nuestra vida y le dejamos actuar.

    Un día, el Rabí Mendel de Kotzk, recibiendo a algunos sabios personajes, sorprendió a sus visitantes preguntando de repente: “¿Dónde habita Dios?”. Se burlaron de él: “Qué te pasa? ¿No está lleno el mundo de su magnificencia?”. El Rabí respondió: “Dios está donde le dejan entrar”.

    Dios está en nuestro mundo, en medio de nosotros, en el interior de cada uno; pero hay que reconocerlo y permitirle que esté vivo. “Es aquí, en el sitio donde nos encontramos, donde se trata de hacer brillar la luz de la vida divina escondida” (M. Buber). Pablo invita a vivir como “hijos de la luz” (Ef 5,8-9). Y donde la luz tiene sus efectos todo es bondad, santidad y verdad.

    Es vital reconocer que Dios está presente, que su amor lo penetra y lo envuelve todo. San Juan de la Cruz pone en boca de Cristo esta sentencia: “¡Desdichado de aquel que de mi amor ha hecho ausencia y no quiere gozar de mi presencia!”. En efecto, no hay mayor desdicha que ausentarse de Dios y huir de su presencia. No hay mayor gozo que creer en él y disfrutar de su divina presencia.

    Tener conciencia de Dios, creer que nos ama y nos llama, cambia completamente la vida de las personas. Así le pasó a P. Claudel. En la Navidad de 1886, “no teniendo nada que hacer”, asiste a las Vísperas cantadas en Notre Dame de París, esperando que las ceremonias religiosas le han de brindar inspiración poética. De improviso le sobrecoge la conciencia de Dios como una gran realidad personal, como “Alguien”, y desde ese momento toda su mentalidad y su vida cambian por completo.

    Dios está presente, nos llama por nuestro nombre, nos ama. Sus ojos amorosos lo ven todo y están fijos siempre en sus criaturas. Nos ve donde quiera que estemos. No se puede huir de su presencia. Él está dondequiera que vayamos. “Te ve dondequiera que estés. Te llama por tu nombre. Te mira. Te comprende. Conoce todos tus sentimientos y pensamientos íntimos, tu debilidad, tu fortaleza. Te ve en tus días de gozo y en tus días de pesar. Observa tu semblante. Oye tu voz. Percibe los latidos de tu corazón; tu misma respiración no se le escapa. Tú no puedes amarte más de lo que Él te ama” (Newman).

    Creer que es un Padre amoroso, que está presente en todos los momentos de la vida y pendiente de cada uno de los seres humanos, ayuda a caminar. Creer en su bondad, en su providencia, es de gran luz para cuando la noche se acerca y se oscurece la fe.

    Todo va bien cuando creemos y caminamos en la presencia de Dios. Todo cambia cuando le dejamos entrar, cuando Él pasa a ser parte de nuestra vida y le dejamos actuar. Todo es posible para aquél que cuenta con Dios.

    Autor: P. Eusebio Gómez Navarro OCD | Fuente: Catholic.net

    13. El cristiano. Fermento y semilla metidos en el Imperio‏

    Manténgase firmes, mis queridos hermanos, y conserven las tradiciones de doctrina que han aprendido de nosotros, de viva voz o por carta.
    Conocemos ya el mundo grecorromano, con un magnífico Imperio, pero que había degenerado tanto en todas las costumbres ciudadanas. ¿Quién lo va a transformar, creando una sociedad nueva, que influirá después decisivamente en la Historia del mundo?

    Lo hará ese ciudadano que en Antioquía de Siria comenzó a ser llamado “cristiano”.
    ¿Y qué es lo que trae ese tipo novedoso? ¿Quién es un cristiano?…

    A una importante Conferencia Episcopal de hoy le fue formulada esta cuestión:

    “Quién es y quién puede considerarse un cristiano católico”

    El asunto se tomó muy en serio. Se nombró una comisión especial de Obispos y teólogos, que contestó después de maduro examen:

    Los Hechos de los Apóstoles dicen que:

    “…los que habían sido bautizados perseveraban:

    – en la enseñanza de los apóstoles
    – y en la unión fraterna,
    – en la fracción del pan
    – y en las oraciones” (Hechos 2,42)
    El que hoy hace lo mismo es un verdadero cristiano católico.

    ¿Puede San Pablo decirnos algo sobre esto?… ¡Demasiado, gracias a Dios!

    Es decir, si miramos estos cuatro puntos a la luz de las cartas de Pablo, nos encontramos con una verdadera riqueza de textos, los cuales confirman lo acertada que estuvo aquella respuesta de los sabios y prudentes Pastores.

    Y adivinamos los resortes usados por el “cristiano” para transformar el Imperio.

    Sobre la Doctrina de los Apóstoles, comienza Pablo con su propio ejemplo.
    Nos dicen los Hechos que “andaba con ellos por Jerusalén predicando con valentía en el Nombre del Señor” (Hch 9,28). Y añade Pablo por su cuenta que recibió de los apóstoles tradiciones como las de la Resurrección y la Eucaristía:

    “Yo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí” (1Co 15,3)

    “Porque recibí del Señor lo que yo les transmití a ustedes” (1Co 11,21)

    ¿Por qué este empeño de Pablo en reafirmarse en lo que recibió del Señor, unas cosas por revelación, y todas por medio de los apóstoles?…

    Predica Pablo en todas partes, y ante las dudas que suscita entre los judaizantes, quiere asegurarse de que está en la verdad, y confiesa humildemente de sí mismo:

    Al cabo de catorce años expuse de nuevo en privado a Pedro, Santiago y Juan el Evangelio que proclamo, para ver si estaba correcto o equivocado. Y ellos me tendieron la mano en señal de aprobación y me encomendaron que siguiera predicando igual (Gal 1,9)

    Cuando emprendió su segunda misión, siguen diciendo los Hechos, “al ir pasando por las ciudades iba entregando, para que las observasen, las decisiones tomadas por los apóstoles y presbíteros de Jerusalén” (Hch 16,4)

    Nos bastan estos datos para ver en Pablo un modelo intachable de fidelidad a la doctrina de los apóstoles del Señor.

    Ahora tiene autoridad para pedir, imponer y exigir lo mismo que él hace y predica.

    No tolera la doctrina de los judaizantes y de los iluminados que empezaban a sembrar la confusión por la Galacia y por toda el Asia Menor. Y sus expresiones son terribles:

    ¿Por qué se pasan a otro evangelio, con el que esos falsos predicadores falsean o deforman el verdadero Evangelio de Cristo?. “Aunque yo mismo o un ángel del cielo les anunciara otro evangelio distinto del que les hemos anunciado, ¡que sea maldito! Se lo repito: que ese tal ¡sea maldito!” (Gal 1, 8-9)

    Si esta vez truena, otras veces Pablo exhorta con cariño grande:

    “Manténgase firmes, mis queridos hermanos, y conserven las tradiciones de doctrina que han aprendido de nosotros, de viva voz o por carta” (2Ts 2,15)

    ¿Y qué va a decir Pablo sobre la caridad, del amor entre los hermanos?
    Aquí no le oiremos tronar, sino repetir una y otra vez, incansablemente, el mandamiento del Señor: “Ámense los unos a los otros”.

    Con traer el inefable capítulo trece de la primera a los de Corinto, habría más que de sobra. Pero en todas las cartas acumula los textos uno tras otro:

    “Nada tengo que decirles sobre el amor a los hermanos, ya que fueron instruidos por Dios sobre cómo amarse mutuamente” (1Ts 4,9). ¿Caben palabras más bellas?…

    “¡Colmen mi alegría, al saber que se tienen todos un mismo amor!” (Flp 2,2)

    “¡Ámense profundamente los unos a los otros!” (Ro 12,10)

    “No tengan ninguna deuda con otro, sino el amarse mutuamente” ((Ro 13,8)

    ¡Qué expresión tan bella esta última! Es como decir:
    – Vamos a pasarnos factura. Todo lo que tú me debes, todo lo que yo te debo a ti, todo lo que nos debemos los dos, es amor, amarnos mucho, amarnos siempre. ¿No podemos pagar?…

    Si se pasa a otro punto esencial en la vida cristiana, la Eucaristía, Pablo ofrece una página incomparable. La relación primera que se escribió sobre la Eucaristía es la de Pablo, anterior a la de los Evangelios escritos.

    Pablo transmite el mandato del Señor: “Hagan esto como memorial mío”. Y sigue Pablo: “Por lo mismo, coman de este Pan y beban de este Cáliz, como memorial del Señor, hasta que él vuelva” (1Co 11,23-27)

    Finalmente, ser cristiano exige imperiosamente la oración.

    ¿Ser hijos de Dios, y no hablar a Dios nuestro Padre? Es un imposible. Eso sería hacer callar – así, como suena, imponer silencio – al Espíritu Santo, el cual, no sabiendo nosotros por cuenta propia cómo orar, grita dentro de nosotros y con nosotros: ¡Padre, papá!” (Ro 8,15)

    Por eso Pablo insistirá:

    “¡Sean perseverantes en la oración!” (Ro 12,12)
    “Reciten juntos sin cesar salmos, himnos y cánticos inspirados; canten y alaben en su corazón al Señor, dando gracias siempre y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5,19-20)

    Aquellos Obispos, con solo unas palabras de los Hechos de los Apóstoles, dijeron quién es y quién no es un cristiano católico. El cristiano de los Hechos fue el que transformó el Imperio. Si hubieran acudido además a San Pablo, la respuesta en cuestión hubiese llenado varios folios.

    Con la gracia de Dios, nos mantenemos fieles a la doctrina de los Apóstoles guardada fielmente en la Iglesia.
    Nos amamos sinceramente. Ofrecemos y recibimos con fervor el Cuerpo del Señor en la Eucaristía.

    Y la plegaria no se cae de nuestros labios.
    Con estos resortes, el cristiano de los Hechos socavó el Imperio. Y el cristiano de hoy, con esos mismos resortes, actuaría decisivamente en la sociedad moderna.

    ¡Qué bendición la que llevamos dentro con nuestra fe cristiana y católica!…

    Autor: Pedro García Misionero Claretiano

    | Fuente: Catholic.net